Educación sexual


No deja de ser cierto que si los adultos, bloqueados por sus propios temores, no se acercan más a esos contextos de socialización y subestiman los conocimientos que otros medios están ofertando en sexualidad, podría parecer que en las últimas décadas no se ha avanzado en la responsabilidad de quién y cómo educar en esta materia. Se ha hecho explícita la necesidad de la Educación Sexual, se han movilizado las instituciones, se han elaborado programas informativos y campañas de sensibilización.
Los medios informales son los que principalmente educan a niños, adolescentes y jóvenes en sexualidad. Los medios audiovisuales con esa capacidad de impacto emocional que tienen llegan a ellos con más fuerza que un adulto encorsetado por las dudas sobre los límites de lo que debe contarle al adolescente para no adelantarse a su edad. Así que la TV, el cine en todos sus soportes, Internet y algunas publicaciones son ese cristal transparente al que los jóvenes pueden acudir, donde no van a ver sino el reflejo del otro lado humano, el que da rienda suelta a toda fantasía sin límite alguno, el del placer como medio y como meta, la libido por la libido, en donde el amor, el afecto, la lealtad y el compromiso resultan meras banalidades ante lo verdaderamente real, la pulsión del goce.
 En nuestra sociedad, existen dos polos contrarios principalmente, que generan mucha polémica y que mide el grado de madurez de nuestra propia sociedad: Uno, que opina que hay que informar y enseñar a los jóvenes para que sepan que hacer y cómo hacerlo sin complicaciones y control, y otra, el de ese dejar hacer mientras se pongan los “medios”, considerando que los adolescentes de hoy lo saben todo.

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